La otra vez dieron un completo informe por televisión de la estafa de los quesitos mágicos.
El golpe periodístico no fue revelar el procedimiento a través del cual embaucaban incautos, haciéndoles pagar doscientos cincuenta mil pesos por cada sobre de polvitos que luego se exportarían a Francia en forma de sopaipillas para hacer cosméticos, cuestión que ya sabíamos, sino haber encontrado muy campante en su departamento de París a la gorda francesa que los metió a todos en este negocio cazabobos.
Madame Gil estuvo alguna vez avivando la cueca en Coltauco, incitando a la gente a invertir en los quesitos, tomándose fotos con medio mundo. Era tan carismática la señora a ojos del pueblo, que incluso le cantaron esa vez qué bonita va, a vender quesitos frescos a la ciudad.No sabían con qué chichita se estaban curando.
A la voz de plata fácil, estos nuevos inversionistas, muchos de los cuales no tienen ni dónde caerse muertos, pidieron préstamos o echaron mano a las vacas del campo o a la jubilación para participar de la fiesta. Hasta el alcalde de Peumo puso plata, lo que incitó a otros vecinos a moverse rápido porque el negocio parecia redondo. Ahora que están caídos, ahora que se sabe que les metieron el dedo en la boca, ahora que la francesa se pasea en un Jaguar por París y los dos ejecutivos de la empresa Fermex están presos, asoma a lo largo y ancho del territorio el humor nacional socarrón y despiadado. Por giles les pasó, es lo menos que se escucha. Por ambiciosos.
El embrujo del negocio fácil no es asunto de chilenidad, en todo caso. En el norte de Perú, Madame Gil montó el mismo tinglado hace un par de años, los primeros afortunados alcanzaron a cobrar y a reinvertir (si ya ganaste diez, quieres ganar cien) y pronto la estafa reventó: el gerente de la empresa peruana hoy está preso y las víctimas que cayeron todavía no ven un sol de vuelta. Allá en vez de quesitos se llamaban honguitos.
Los sitios de internet donde se están organizando los estafados han sido asaltados por compatriotas que no escatiman la burla. Un anónimo cibernauta puso en venta una crema en base a algas marinas que en diez días te hace ver diez años más joven: "Sólo deben aplicarla una vez al día y por cada diez años más joven que te veas te premiamos con un bono de quinientos mil pesos. ¿Qué tal?". No hay piedad con las víctimas. Hasta ellos mismos se ríen de su propia desgracia.
En Coltauco vieron por televisión el reportaje de la gorda en París y dijeron que la película El rey de los huevones tendría que estrenarse en su pueblo, donde hay la mayor tasa porcentual de embaucados de todo el país.El humor corrosivo está en los genes. Cualquier defecto físico ya en el colegio es siempre motivo de burlas y sobrenombres. Un par de cursos más arriba que el mío había un estudiante que tenía una oreja más chica que la otra. Le decían "El Taza". A una profesora de mis hermanos mayores, con un bigote más frondoso que lo normal, la llamaban a escondidas "La Chancha", y no faltó el chistosito que una vez le dejó en el escritorio una prestobarba de regalo.
Cuando alguien se cae en la calle, lo primero que hacemos es reírnos, independientemente de cómo termine el caído. El otro día venía en un taxi, y el chofer inventó una ruta para sortear un enorme taco. Lo logró, y al ver que había dejado atrás a una inmensa fila de autos que seguro tendrían que esperar allí mucho rato sin moverse, lanzó una carcajada destemplada que me impresionó. El hombre parecía disfrutar la imagen de aquellos sujetos que permanecían estáticos, sin avanzar, en medio del taco.
El mejor ejemplo de humor nacional despiadado lo leí una vez en Norte Grande, de Andrés Sabella. Allí se cuenta la historia de "El Borrado", un obrero de la salitrera María Elena muy poco querido por sus pares que un día se cayó en las chancadoras y se esfumó: no quedó nada de él. De ahí su sobrenombre: "El Borrado". El día del accidente, el gringo a cargo de las operaciones, míster Bark, supo que el trabajador se había caído y de inmediato calculó que no había vuelta: "Ni las suelas de los zapatos pudimos encontrar. Las chancadoras lo habían reducido a una simple aleación. Decepcionado, iba yo de vuelta a reiniciar la faena cuando un compañero de 'El Borrado' me zambulló en la realidad:
¿Se da cuenta, míster Bark? ¡El viajecito a Estados Unidos que se va a pegar el huevón!".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario