2.6.06
LA EDUCACION SENTIMENTAL
Basta escuchar a los dirigentes estudiantiles para saber que la educación está en crisis. Y qué crisis: neologismos, barbaries idiomáticas, amén de uno que otro guiño disléxico, dan cuenta de la rudimentaria oratoria de estos bravos pingüinos que exigen, en su proto-lenguaje, igualdad de oportunidades; educación para todos.
Bien dicho porque, al parecer, bastó que surgiera una comunicación mucho más simple (y directa) para que nos empezáramos a entender.
Es verdad, más allá del conflicto, tomas, protestas y manifestaciones han terminado por echar abajo el acartonamiento mediático. Y, aunque las más de las veces no se entienda ni cresta lo que estos actores secundarios quieren decir (me refiero al día a día, no al discurso de fondo) lo cierto es que todo es tan básico que definitivamente no sirve la lógica alambicada y retorcida que suele acompañar el resumen y análisis de la prensa chilena. Es cosa de ver.
Desde que explotó la crisis, hasta Paulsen habla más simple. Tanto que ahora, con una velocidad que sorprende, se le entiende todo. Y lo dice sólo una vez. Gracias, Fernando.
Cuento aparte es el caso de Iván Núñez, quien, de ser el latero conductor, siempre a punto de quedarse dormido, pasó a ser el entusiasta protagonista de la transmisión con que "La Semana" puso el broche de oro a la cobertura mediática de la Guerra de los Pingüinos, registrando incluso una toma por dentro. Notable acierto que terminó dándole vida a un programa que parecía condenado a la medianía. A mi entender, todo obra y gracia del factor entusiasmo; el mismo que terminó animando las tardes de Matías del Río, quien desde su debut no había logrado subir la temperatura de "El Termómetro".
Claro que ahora sí. Vaya que sí.De un segundo a otro todos nos volvimos jóvenes. O al menos pro-jóvenes. Jóvenes impetuosos, revitalizados. Ahora todos entendemos, cachamos, solidarizamos. Incluido el flexible yogui Sergio Bitar, quien asegura que ahora sí que puede aportar. Aunque una cosa es cierta: no todos podrán hacerlo de la misma manera.
Yo tengo una teoría. Denme un minuto y se las explico. Es así: tic, tac, tic, tac.
A ver: en este gran embrollo hay al menos tres grupos en conflicto. Por un lado la Generación Perdida, que ya poco y nada podrá hacer; léase los Martín Zilic, los que creen estar ganando cuando están perdiendo. Y es por eso que la galucha los abuchea.
Lagos, el querido ex Presidente, se haga o no el cucho, es parte del elenco. Y, de hecho, aún nadie olvida que en un discurso de 21 de mayo hizo lo mismo que ahora hace Zilic; descharchetar públicamente a un pendex, tras considerar que sus demandas eran payasadas inoportunas.
Así o así, en el centro del conflicto está la Generación Pinochet-Boys. Los que en los 80 sí que supieron de paros y protestas, pero muy pronto también la política del consenso y del arreglín. Es la generación que se vendió (a la que pertenezco), la generación de Federicci (la del sinsentido), la generación que, finalmente, fracasó y ahora no entiende muy bien cómo es que en verdad no todo estaba perdido. Claro: se podía seguir peleando. Sólo faltaban las ganas. Y menos oportunismo.
Cierra el montaje la Generación P, la Generación Pendex, la Generación Pato Aylwin; los chicos que nacieron durante la transición. Son los chicos MP3, los príncipes de la piratería, los adictos al Ravotril, la generación de la Reforma que ya no soporta la cantinela del reformismo. Los mismos que, de tanto escuchar el cuento de que sí hay futuro, lo quieren ya. ¿Y quién se los podría negar?
Qué alivio. Aire nuevo ha entrado a la caja. Algo pasó. Algo no menor.
¿Qué vendrá después?
¿Los trabajadores se tomarán las industrias y habrá un movimiento para poner fin a la contaminación?
¿Los abuelos se tomarán los consultorios? Quién sabe.
Una cosa es cierta: en el espectáculo de las noticias, en el show del día a día, faltaba sinceridad para decir las cosas pan, pan, vino, vino.
Faltaba autenticidad, creer en algo, energética pubertad. Lo único que se necesita si es que se quiere crecer de verdad.
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