Años que no iba al circo. Y de pronto ahí estaba, a las nueve y media de la noche, en la nueva carpa que tiene Timoteo en Santa Rosa.
Unos minutos después, un formal animador - con brushing y chaqueta reflectante- daba inicio al show más demente y divertido que haya visto en años. Quienes conozcan el Circo Show Music Hall Timoteo sabrán de qué estoy hablando.
El show es simple: un cómico humorista (Timoteo), dos payasos, dos rubias bailarinas que parecen sacadas de un cómic, un niño que sube y baja cortinas reflectantes que están a punto de desarmarse, eso amén del espectáculo central - único en el mundo- a cargo de un ramillete de transformistas que, más allá del show drag, tipo "Priscilla, la reina del desierto", ofrecen gráciles rutinas gobernadas por un humor grotesco y divertido.
Era viernes y la función estaba a tablero vuelto con un variopinto público que incluía a niños y abuelitas de las comunas más humildes de la capital, aunque también gente bien; eso a juzgar por la abundancia de lujosos autos que se veían. Una cosa es cierta: en los ya más de 35 años de vida que tiene Timoteo, el circo se ha transformado en una leyenda que todos quieren conocer.
Veamos. Apagadas las luces, al ritmo de un hit de la fiebre de la era disco, los artistas salen a escena. Luego el destartalado escenario queda a cargo de una pareja de payasos bisexuales, que desarrollan una graciosa rutina. Enseguida hay un show de malabarismo, no muy distinto al que se podría ver en cualquier esquina de Santiago; claro que eso es sólo el intermedio para que acto seguido Judith emule a Liza Minelli. Y luego uno ríe con las gracias del mismísimo Timoteo, un señor, que por lo bajo debe tener sesenta años y que es el propietario del circo junto a René. Finalmente, todo es coronado con las gracias de un elefante rosado de al menos 120 kilos de peso, un sudado gordo transformista que termina siendo un atlético gimnasta.
El intermedio. Ahí está Gonzalo Cáceres, el real, quien trabaja todas las noches en Timoteo presentando la segunda parte del show: la rutina de transformistas. Me dice que varias veces los han tratado de invitar al extranjero, pero no han querido y que pronto "Wild On" los vendrá a grabar. Fin del intermedio.
Gonzalo Cáceres, con su largo abrigo, presenta a la Loca de la cartera; un transformista que agarra a carterazos a quien tenga ahí enfrente. Finalmente es el turno de Alexandra; la encargada de poner la nota de emoción a la noche. Eso porque luego de cantar, se saca la peluca mientras explica que un buen día su familia, que hasta entonces no sabía lo que él hacía, fue al circo a ver el show y que cuando descubrieron su talento, le dieron la bendición para que se consolidara como artista. Quién sabe.
Los circos van. Los circos vienen. De pronto están ahí. Después ya no. Puede, incluso, que asistas a una función pero, como todo es tan extraño, tal vez después no estés tan seguro de que fuiste.
No pocas desgracias, de hecho, han teñido de sangre el destino del Gran Circo Show Music Hall. Fue aquí, por cierto, donde murió Guadalupe del Carmen, la reina de las rancheras; una de las grandes artistas populares que hemos tenido en Chile. También, en pleno show, falleció Lala, delicada artista del trapecio que estrelló su cráneo contra el piso. Incluso, hace unos meses, un transformista murió en pleno show.
Curioso: hay espectáculos que no necesitan avisos ni publicidad para existir. Simplemente están ahí. La gente los conoce. Y el público va: espontáneamente, como si se tratara de una religión no declarada. A mí al menos me pasa eso. Probablemente nunca iré de nuevo, pero rayos que creo en Timoteo: un circo bizarro, loco, chistoso, esquizofrénico, simple y popular.
Quién sabe. Tal vez a ustedes también les guste: ya se fue septiembre. Pero tienen todo octubre para probar. Y basta con una noche.
1 comentario:
Jorge: muy buena tu descripción del show del circo; conozco hace quince años a René Valdés, el cómico Timoteo y a los integrantes de su troupe. Has de saber que además este circo se caracteriza por su itinerancia, por lo que recorren los más recónditos rincones de nuestro país, con funciones todos los días... sin ir más lejos, en estos momentos debieran estar en Chimbarongo,
saludos.
Lola
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