18.3.06
MALDITOS REALITY SHOW
Cuando era chico vi por televisión cómo Caszely le metía un golazo a Palestino.
Como mi papá era fanático del fútbol después cambiaba de canal para seguir viendo goles. Lo increíble es que en el otro canal el mismo gol parecía convertido en el otro arco.
No entendía cómo Caszely podía meter el mismo gol en el arco que estaba a mi izquierda y luego en el de mi derecha. Con el tiempo entendí que un gol puede parecer haber sido convertido en un arco distinto dependiendo de dónde se ubique la cámara.
De ahí, hace mucho, nunca más le creí a la televisión y sus imágenes de color y alegría.
“Aplausos”, “silencio”, “risas” decían los cartelitos de Sábados Gigantes hace largos años para guiar al público cuando se grababa el popular programa por estas tierras. Ahora unos tipos con fonos alientan al público para que griten, canten o aplaudan en los shows en vivo. Las escenografías son de plumavit y casi todo no es lo que parece en pantalla.
Los enfermos de sida de las telenovelas en la vida real no están infectados, las parejas que se besan apasionadamente pasan las noches con otros en sus casas y el Cajarito TUTU TUTU o Che Copete dejan de lado el disfraz y se pierden en los malditos tacos de las calles de Santiago.
El Chavo del ocho era un millonario y nunca me achiqué con las pastillas de chiquitolina. Hasta los reportajes periodísticos cuentan según línea editorial. Un café con piernas puede ser presentado como una oportunidad laboral o como la antesala a la prostitución. Los políticos juegan a decir frases inteligentes aunque no lo son y quieren hacer y hacer cosas aunque no sirvan para nada.
Las modelos no son modelos de nada y los animadores no animan a nadie. Los comentaristas ya no quieren comentar y los artistas deben retirarse de la TV para hacer arte.
No hay nada más irreal y manejado que los programas de televisión. Por eso que querer convencer a la gente que por la pantalla chica se puede ver la vida misma, se puede entrar en las más íntimas intimidades para acceder a un show de la realidad o reality show es penoso y casi humillante. Un cuento chino, como le decían nuestros abuelos. Claro, porque la realidad siempre superará a la ficción, porque es inmanejable, brutalmente humana, escandalosamente vulnerable.
No tiene ni una puta cámara en ninguna parte, ni una editora, ni un conductor que la relate.
Desde Refugio Mekano, pasando por Tocando las Estrellas, Operacion Triunfo, La Granja. La Casa y los que vendrán, al inexplicable Protagonistas de la Fama de Canal 13 todo es manipulado por los cerebros de la industria que ya comprobaron que mostrando los sentimientos y las aspiraciones de un grupo de desconocidos tendrán más audiencia, por lo tanto más avisos comerciales para promocionar esos mismos programas.
Y al final es su negocio, no tiene nada de malo. Por suerte Cortázar ya nos enseñó que no sólo hay historias de Famas sino que también existen las de Cronopios.
Todos tendremos nuestros cinco minutos de fama y ahí está toda la televisión chilena dispuesta a encontrarlo para elevarlo al estrellato, sólo depende de usted de sus talentos y ambiciones. Pero, eso si, nada de realidad, mientras menos real mejor.
Dúchense con trajes de baño, no se les ocurra ir a mear, nada de drogas, menos salir a trabajar ¡qué se cree si este encierro es la pega!, nada de conversar de actualidad: las noticias no son reales.
La realidad es irreal para la TV.
Es medianoche y la cámara funde unos rostros. Luego una cámara lenta recorre sus cuerpos mientras ríen y conversan. Lo que ni sospechan los dueños de la industria es que el mejor reality show está en sus pasillos, en sus historias de ambición, en los sueldos millonarios de los rostros en desmedro de las 160 lucas que ganan algunos productores, en las envidias del que nunca llegará a salir en cámara, en la enfermiza obsesión por el rating de cada día a costa de todo, incluso de hacer creer a los fieles auditores que la televisión es capaz de mostrar por unos minutos la realidad.
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