19.5.06

SER BACHELETEANO



Una serie de artículos sobre los hábitos y costumbres del estrecho círculo de la Presidenta Bachelet han puesto de moda palabras, barrios, balnearios y estilos de vida que hasta hace un tiempo no sonaban.

El bacheletismo o bacheleteo está de moda y si no lo sabían no se preocupen: Michelle Bachelet es la menos bacheletera de este círculo, y capaz que mas de alguno de ustedes también sea parte de este grupo y ni siquiera lo saben.

¿Estás seguro que nunca has practicado yoga?

Te equivocaS. Si en las clases de educación física hicistes la araña, la vela y todas esas contorsiones que te dejaban sin aire, ya has practicado yoga. Lo que pasa es que esos ejercicios en yoga se llaman asanas, y por supuesto explicadas en hindú por un auténtico yogui suenan mucho más interesantes que obligados por un profesor de educación física con pinta de milico.

¿Seguro que no conoces Tunquén?

Lo más probable es que alguna vez hayas veraneado en Mirasol, que los arribistas llaman Algarrobo Norte. Bueno, ahora Mirasol Norte se llama Tunquén. Sí, ese peladero sin agua, luz y con la playa más peligrosa del litoral es el balneario por excelencia de los bacheleteanos. Lo más probable es que Tu hayas estado en Tunquén mucho antes que cualquiera de ellos. La diferencia es que dejó de ser un basural y ahora está poblado de casas iguales, salvo la de la Presidenta, que por su estilo podría estar perfectamente en El Tabo.

¿Tienes un par de amigos gays?

Si no los tienes, recicla a tu tío solterón y lúcete entre tus amistades. Pero ojo, no te pases de listo: los bacheleteanos son tan progres que están contra el matrimonio homosexual por encontrarlo demasiado conservador. No olvides que ahí nadie tiene los papeles al día, así que ponte en onda y olvídate de ver a nuestra Presidenta alguna vez con el Papa.

¿Estudiastes en un colegio con número?

No te preocupes, la Presidenta también. Aunque para los hijos de un auténtico bacheleteano existe La Girouette, un colegio en el que los alumnos no se forman antes de entrar a clase, no se cortan el pelo, no cantan el himno nacional, no juegan a la peladilla, y es casi igual a los colegios para desordenados que tu conoces, salvo por un detalle: en La Girouette les enseñan francés ¿Para qué?: para ver los dos canales en ese idioma que hay en el cable.

Ojo con las comunidades Castillo Velasco en La Reina, son como una población del Serviu pero con árboles. A veces, como las casas son todas iguales, sus habitantes se confunden y se puede encontrar al marido o la mujer durmiendo en la cama del vecino.

¿Vieron? El bacheletismo es simple: sólo hay que evitar llamar a las cosas por su nombre:

al hacinamiento; comunidad;

a la rutina, rito;

al cansancio, estrés;

al pituteo, asesoría. Así, hasta agotar stock.

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LLAMEN YA!!!

No se depriman. Si están casados, veraneen en El Quisco y vivan en un condominio, comiencen a vivir la nueva era: entierren su próxima regla en el patio. Recíclense ya.

12.5.06

¿WHEARE ARE LAS REALS GUACHACAS?



Se acabó. No va más. Mayo ya no es el Mes del Mar. Mayo es ahora el Mes Guachaca.

Claro que, así como va la elección de la reina, la cosa se está desperfilando a tal punto, que hasta Denisse Ratinoff pronto querrá ser soberana, primera dama de la picantería chilena.

¿Pero para qué? ¿De qué? ¿Por qué? ¿De dónde salió esta oscura obsesión por creerse guachaca? Y, peor aún, sentir el orgullo ­distante, clínico, simpático, gordo, simpático­ por esto del bajo fondo.

Seamos sinceros:

¿Qué tiene de picante Karen Poniachik? ¿Qué tiene de guachaca Matilda Svenson?

Si la única (y auténtica) rota entre todas las candidatas es la bella Thalía ­una de las vedettes más sensuales de la gran-vieja escuela del topless local­, ¿por qué no gano ella y punto, asunto finiquitado?

¿De dónde salió este cínico enamoramiento por lo guachaca, lo cebollero, lo guachuchero, lo aguardentoso?

¿Acaso nos quedamos sin alma y es hora de encontrar el espíritu en la pose del huevo duro y la impostura del pan con chancho?

¿Hasta cuándo confunden pop con popular, popularidad con vulgaridad?

Alguien podrá decir: "Ah, ya. Se puso grave. Si todo esto no es más que un divertimento". Y lo es. Claro que lo es. Y, por cierto, no deja de ser gracioso entrever qué tiene de rasca Lorena Capetillo o la mismísima Francisca Lewin. Pero ese no es el punto.

No es difícil imaginar cómo se corta las uñas Vivi Kruetzberger, pero de ahí a decir que la animadora es guachaca... Por favor...

La señora se viste pésimo, vale; si no tuviera éxito en televisión, tendría un buen puesto en La Vega, okey también. ¿Pero guachaca? No, guachaca no.

Ordinaria, pikle, tal vez. Puede ser. Probablemente.

Si me apuran habrá que reconocer que, cual más, cual menos, todos somos guachacas. Y encontrar el gen (el gen de lo picante) no sólo puede ser divertido, sino que también desconcertante. Pero, atención, de ahí a enmascarar el cuiquismo, la nueva riqueza, la falta de onda, con esa falsa capacidad para sintonizar con lo pobre, lo simple, lo supuestamente esencial, el zen de la chicha, no, eso no.

No intenten pasarnos gato por liebre: Miss Reef se viste en Kosiuko, no en Patronato. Karen Poniachik, seguro, preferiría una ensalada benedictina con huevos de codorniz, muy temprano, que "matar el pirigüín" (la caña) en alguna cocinería de Franklin.

No entiendo. Candidatas había. Esta chica del Valle es guachaca. Marlen Olivari es guachaca, todas las bailarinas de "Mekano" son guachacas, las bailarinas de "Rojo" son guachacas. Y así. Material hay. Sobra. Pero, por favor, no vayan a venir con la misma cantinela el próximo año y elijan, no sé, como reina guachaca a Paz Bascuñán. Uf. Sólo eso faltaba. Flaco favor le harían entonces al respetable movimiento guachaca que, con no poco esfuerzo, ha insistido en la idea de que, como decía Alberto Blest Gana, los chilenos somos tan vulgares como ostentosos.

Pero, por favor, cada uno en su lugar. Dejen de confundirnos. Tener una suburban no es lo mismo que ser suburbano. Tener un Jaguar es tener un Jaguar, no un "Yaguar", como escriben en los GCs de Primer Plano. Si te gusta el Bellini Royal no tienes para qué saber qué es el pájaro verde, el chincolito o el trinqui-forti.

¿Cachai? ¿Cachai o no cachai? ¿M?

6.5.06

PLACER CULPABLE




Tal como cuando te dejas caer en una peluquería, caí en la Feria del Disco con la intención de comprar algo que alegrara mi espíritu; algo nuevo, algo fresco, algo como para escuchar (y cambiar) durante al menos una semana. O unos días. O un rato.

Quería, en principio, algo oscuro, algo ondero, algo fluor-trancero, algo tipo trip-hop revisitado. O, por qué no, la última novedad de algún príncipe de la escena indi nacional. Algo tipo Gepe o qué se yo.

La cosa es que busqué y busqué y, diez minutos después, terminé con el disco de Coti entre las manos. Y, bueno, lo compré.

¿Un horror? Sí: un horror. Un placer culpable: ajá, un gran placer culpable. Tan culpable como extraño. Bastaron dos, tres pasos fuera de la tienda, para entender que, probablemente, jamás volvería a escuchar el disco que me acababan de envolver.

Ustedes tienen que conocerlo: se llama Coti (nadie puede llamarse Coti) y en algún canal de cable (¿Zona Latina?) repiten cada dos o tres minutos esa canción en la que el argentino-rosalino, hoy residente en España, canta a trío con Julieta Venegas y Paulina Rubio el gran mantra de los últimos años: Nada de esto fue un error (oh-oh-oh) el pegajoso single del disco "Esta mañana y otros cuentos".

¿Ya lo están visualizando?

Coti aparece en el escenario con su gran guitarrón y una chaqueta inmaculada. Ahí está también Julieta Venegas, aunque en un principio uno como que duda de si es Julieta. Pero sí, es Julieta. Julieta no en el lado B, sino en el A (Pop-A). Y, claro, Paulina Rubio también es Paulina Rubio. De hecho la fiera hace lo suyo y, con su vozarrón de perra en celo, le pone energía a una canción que fácilmente podría ser nada. Pero a fin de cuentas lo es todo. Es, al menos, un gran placer culpable.

Me explico. Escuchas la canción. Te das cuenta que la letra es una gran estupidez, un mal poema al servicio de una música ultra-mega-pegajosa. Y, sin saber cómo ni cuándo, estás metido justo en el centro del coro cantando, enfervorizado:

"aprendí la diferencia/entre el juego y el azar/Quien te mira y quien se entrega/Nada de esto fue un error... Repito: aprendí la diferencia/entre el juego y el azar/Quien te mira y quien se entrega/Nada de esto fue un error..." ¿? Plop.

Pero, claro, en verdad lo único importante es cuando llega el estribillo y entonces te imaginas en una van con los pocos amigos que te quedan, no sé, camino a la laguna de Aculeo, cantando a todo pulmón:

"tengo una mala noticia/no fue de casualidad/yo quería que no pasara/y tú y tú/lo dejaste pasar"

bla, bla, bla/bla, bla, bla. Atención... atención... Ya viene.

NADA DE ESTO FUE UN ERROR, OH, OH, OH. NADA DE ESTO FUE UN ERROR.

¿De qué diablos estamos hablando? ¿Qué error? Pero ¿importa? Por favor: da igual. Lo de Coti Corokin, el nuevo embajador de la trova-basura es simplemente encantador.

Coti encarna el regreso de una pesadilla que, finalmente, se agradece. Años atrás me había pasado lo mismo con Álvaro Henríquez. Me refiero a canciones tipo la espada y la pared/me atraviesa/y no al revés (¿es atraviesa o atraviesan?) O como cuando hacías girar para un lado y otro el casete de Silvio Rodríguez y, finalmente, te dabas cuenta que Silvio cantaba bonito, hacía música bonita pero, en rigor, buena parte de sus letras eran una espléndida porquería. Un magnánimo placer culpable.

Así es que bien por Coti. Bien por mí. Ya tengo su disco. Seguro que si lo pongo en un asado me lo van a pelar.

Y así. Los placeres culpables son de uno. Y si hay algún lugar donde suenan, ese lugar es la cabeza: la cabeza de uno y nadie más.

Oh, oh. No hay dolor. No hay error. Oh, oh.