19.12.08

HABLA LA TIERRA


Da lo mismo cuantos segundos dure el temblor o a que enjambre sísmico pertenece. Un segundo, dos o tres, da lo mismo, los temblores siempre duran una eternidad.

No controlamos nuestra casa, no controlamos nuestro patio, podemos en cualquier minuto ser tragados por la tierra. La ciudad no se diferencia en nada de una mesa llena de copas, de un estante que cruje y trata de moverse al mismo ritmo de la tierra para no quedar hecho polvo.

Cuando la tierra tiembla no hay nada mas que hacer. A mi eso me gusta tanto como me inquieta. Acostado o de pie, ya no busco un umbral en el cual protegerme o una mesa para esconderme. Me libro a la voz del destino. Esos golpes antes de que empiecen las obras de teatro, que nos recuerdan que todo lo nuestro es solo un ensayo.

Eso de que la tierra traga, que come, que vive, que se rasca y que se duerme no es para nosotros los chilenos una metáfora. Vivimos sobre un gigante que no nos conoce y a quien no le importamos nada. Somos una anécdota sin importancia en el ritmo vital de un ciego, de un sordo, que sin rabia destruye todo.

Cuando tiembla, todo queda suspendido. No hay palabras ni expoliación que valga. La escalas de Mercalli o Richter no miden nunca la intensidad de esta experiencia que nos recuerda que las placas, el mar, los volcanes, el aire mismo no son humanos, que no tienen lógica ni sicologia. Que nos recuerda ante todo que la tierra habla en su propio idioma que deja al nuestro callado.

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